Ya desde época romana la fisonomía de las casas cordobesas se han adaptado a las altas temperaturas que reinan gran parte del año.
Articulando la vivienda alrededor de un patio en el que tener sombra, aire libre y recoger el agua de la lluvia mediante aljibes o pozos. Posteriormente los musulmanes añadieron un zaguán e introdujeron vegetación para mayor sensación de frescor. Desde entonces, los cordobeses han mantenido la tradición y, ya sea en patios de vecinos o unifamiliares, se engalanan paredes y fachadas con macetas de flores coloristas: geranios, gitanillas, claveles,… Los patios viven su máximo esplendor en primavera, cuando se celebra el tradicional concurso de patios y se abren las puertas al público para visitas.